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Las aventuras de Mad the Strange. Eso que hacemos todos los días.

  • abracadabramefi
  • 26 may 2017
  • 2 Min. de lectura


Mad acababa de abandonar la universidad. No tenia amigos, ni pareja y buscaba la manera de encontrar algo que le emocionara, algo en lo que fuera bueno. Mad era esa clase de chico que había nacido sin ningún talento. Las personas siempre intentaban recordarle que en este mundo todos tienen algún talento, pero él siempre se alejó todo lo posible de esa filosofía. -La cosa es simple- decía -Si en este mundo existen las personas que yo admiro por su talento, extraordinarias personas respetables como escritores y músicos, entonces deben existir personas como yo-.


No es que Mad se hubiera dado por vencido, noches sin dormir y días sin comer avalados por sus ojeras profundas y su cuerpo delgado eran pruebas de que había intentado pensar y buscar algo que le emocionara.


Mad había dejado de ir a clases y su tiempo libre lo pasaba leyendo cosas nuevas en aquel sillón rojo tan cómodo en la esquina más oscura de la biblioteca de su universidad. Los estudiantes utilizaban ese sillón para dormir una pequeña siesta, pero Mad lo utilizaba para pasar las horas hasta que llegaba el momento de irse a casa. Un día, mientras leía el uso de la risperidona en el tratamiento de enfermedades psicóticas, logró observar como, de nuevo, los trabajadores de aquella universidad no le quitaban los ojos de encima.

Mad había estado yendo a la biblioteca de su universidad entrando y saliendo exactamente a la misma hora por meses. Un comportamiento muy inusual para un universitario con clases irregulares. Posiblemente se estuvieran preguntando si Mad era en verdad un estudiante pero nunca le dirijienron la palabra.


Mad observaba por los pasillos jardines e incluso dentro de su clase cuando aún entraba. Estudiantes, profesores y empleados. Todos haciendo lo que deben hacer, algunos porque deben hacerlo, otros porque les gusta hacerlo y algunos más porque tienen la esperanza de que haciéndolo tendrán una vida mejor. El era el único que no "tenía" que hacer nada. Se dio cuenta de que al no tener a nadie, nadie esperaba nada de él.


Mad era único, este chico de cabello alborotado ojeras profundas y cuerpo delgado sin darse cuenta encontró algo que filósofos expertos tendrían que discutir severamente. Mad vivía... no eso que los otros hacían todos los días.

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